La bofetada

04.03.2023

Casi ni lo sentí. El bang me hizo voltear la cabeza, pero no dolió, fue una victoria. Un hilo de sangre brotó del labio roto tiñendo mi barba de roja culpabilidad a sus ojos. No supo contenerse, no vio que le estaba provocando, que buscaba sacarle de sus casillas para una vez más dominar su mermado ego. Fue fácil, sólo tuve que tocar aquello que sabía que dolía, mentar lo innombrable. Como un enjambre de venenosos aguijones mis palabras le torturaban, y no escuchaba sus súplicas para que me detuviese, que mi lengua se frenase, que le diera alivio. Pero es que no quería, sólo buscaba someterle, demostrarle quién mandaba, que su fuerza bruta era su perdición. Sus ojos lloraban temor, todo él bailaba al son de ira difícilmente contenida. "¡CÁLLATE!", y su mano voló. Al instante fue consciente del error y suplicó perdón. Demasiado tarde. Dejé que la sangre impregnase mi camisa, se escurriese hasta el suelo, que dejase huellas indelebles en su alma, y todo acompañado por una sonrisa. ¿En serio pensaba que tenía poder? Otra vez era mío, claudicaba ante mi intelecto, le demostraba que sin mí no era nada, que dependía de mi voluntad. "Te perdono" mentí, y él sollozó como un niño.

©Pol Varela / Todos los derechos reservados
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